La ley de la siembra y la cosecha es un principio inviolable de Dios. La Biblia dice en Gálatas 6:7: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará." El banquero y sus socios que abusaron del dinero de los depositantes del banco llevó al banco a la quiebra. El mandatario del país que tuvo relaciones sexuales impropias con una mujer que no era su esposa, acarreó vergüenza para él mismo, para su familia y para su país. El funcionario público que recibió un soborno fue sorprendido y sometido a juicio por las leyes de su país. Lo que se hizo a escondidas, alguna vez sale a la luz pública y no solo que es conocido sino que es reprimido. Es la consecuencia del pecado. La Biblia nos habla bastante de lo que hemos llamado la ley de la siembra y la cosecha. Uno de los salmos que tratan este tema, es justamente el Salmo 7.
En nuestro estudio bíblico anterior, estudiamos los primeros nueve versículos. Como antecedente, diremos que David, el autor del salmo fue objeto de acusaciones falsas proferidas por un individuo llamado Cus, de la tribu de Benjamín. Las acusaciones debieron haber sido de tal magnitud que hicieron un gran impacto en la vida de David. ¿Cómo manejó David este problema? Dijimos que él dirigió su mirada primeramente a Dios, después hacia sí mismo, y por último a sus enemigos. De esta manera, David puso al problema en la perspectiva correcta.
Una vez echo esto, en lo que resta del salmo, en los versículos 10-17, David prosigue hablando de la reacción de Dios ante el impío y la retribución de Dios para el impío. Dios está atento a la conducta del ser humano, no importa si se trata de un creyente o incrédulo. Leamos los versículos 10-13 del Salmo 7, dice así: "Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada; Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado. Asimismo ha preparado armas de muerte, y ha labrado saetas ardientes." Bueno, David comienza su exposición de la reacción de Dios ante el impío, por medio de ratificar su confianza en Dios. Es hermoso el pensamiento que David expresa con estas palabras: Mi escudo está en Dios. El escudo era un instrumento de defensa indispensable de un soldado del pasado. Un soldado sin escudo era comparable a estar desnudo. David era un hombre de guerra y sabía la importancia de contar con un buen escudo a la hora de defenderse. Los escudos se fabricaban de diversos materiales y diversas formas. Pero para David no había mejor escudo que Dios. Con Dios como escudo no había razón para temer por más fuerte que sea el enemigo. Nada ni nadie podía burlar la defensa de Dios como escudo. Pero este escudo, no estaba disponible para cualquier persona. Por eso David prosigue diciendo: que Dios salva a los rectos de corazón. Para que David se beneficie del escudo que es Dios, David debía tener primeramente, un corazón recto delante de Dios. Esto es más que conocer la palabra de Dios, es más que practicar la palabra de Dios, es realmente estar en estrecha comunión con el Dios de la palabra. David cumplía con este requisito y por eso dice: Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón. Pero aquí viene la pregunta: ¿Y qué pasa con los que no tienen un corazón recto delante de Dios? Bueno, en ese caso, Dios, en lugar de ser escudo, un instrumento de defensa, es un arsenal de guerra para atacar al impío. David dice: Dios es Juez justo. El no puede equivocarse a la hora de emitir un fallo. El no puede estar parcializado al dictaminar la sentencia. La Biblia dice que Dios está airado contra el impío todos los días. Quizá esto sorprenda a muchos. Se piensa que la ira es siempre pecado. ¿Cómo es que Dios esté airado? Pero la ira, es simplemente una reacción de desagrado ante algo que en el caso de Dios, atenta contra su santidad. El pecado del impío atenta contra la santidad de Dios y por tanto, es natural que Dios esté airado contra el impío todos los días. Pero la ira de Dios contra el impío, no es solamente un sentimiento de desagrado, sino también una disposición a castigar al impío. Por eso el pasaje leído dice que si el impío no se arrepiente, Dios va a afilar la espada, armar su arco, preparar las armas de muerte y labrar las saetas ardientes. Es un arsenal a disposición de Dios para atacar al impío. Pero gracias a Dios que aún en su ira, Dios abre la puerta de la oportunidad para el impío. Sí, Dios va a acabar con el impío, pero si el impío no se arrepiente. Si el impío se arrepiente de su mal camino, Dios cambiará el castigo por recompensa. De modo que si Ud. ha pecado, su pecado será confrontado por Dios y si Ud. no se arrepiente, Ud. será castigado por su pecado. Con Dios no se puede jugar. Dios está airado contra el impío todos los días. Al mirar a Dios en esta plano, cuán agradecidos debemos estar los creyentes de que a nosotros ya no nos aguarda el castigo de Dios por el pecado como a los incrédulos. Esto ciertamente no significa que por ser creyentes, podemos pecar lo que queramos porque no seremos castigados como los incrédulos. Como hemos dicho, todo pecado tiene su consecuencia, y el pecado en los creyentes también tiene su consecuencia, pero por la gracia de Dios, los creyentes jamás seremos arrojados al infierno a causa de nuestro pecado.
Hemos considerado la reacción de Dios ante el impío. Ahora consideremos la retribución de Dios para el impío. Salmo 7: 14-17 dice: "He aquí, el impío concibió maldad, se preño de iniquidad, y dio a luz engaño. Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; y en el hoyo que hizo caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, Y su agravio caerá sobre su propia coronilla. Alabaré a Jehová conforme a su justicia, y cantaré al nombre de Jehová." Antes de mostrar como retribuye Dios al impío, David nos conduce a lo largo de lo que podríamos llamar el ciclo vital del pecado. Así como existe un ciclo vital para el ser humano, existe también un ciclo vital para el pecado. En el ser humano se comienza por la concepción, después viene un tiempo de gestación, después viene el parto, después viene el crecimiento, después viene la reproducción y por fin la muerte. Igual es con el pecado. Primero viene la concepción. He aquí dice el salmista, el impío concibió maldad. Después viene la gestación. David dice: se preño de iniquidad. Después viene el parto. Y dio a luz engaño dice el salmista. Luego viene el crecimiento. Pozo ha cavado dice el salmista. Esto sería como el perfeccionamiento del engaño. A continuación viene la reproducción. Y lo ha ahondado dice David. Esto es como que se ha multiplicado el engaño y por último viene la muerte. Y en el hoyo que hizo caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su agravio caerá sobre su propia coronilla, dice el salmista. Cuan hermosa y precisa es la palabra de Dios. Dios nos ha mostrado el ciclo vital del pecado en el impío. Comenzó concibiendo maldad y terminó atrapado en la misma maldad que concibió. Una vez más se cumple el principio divino que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Dios retribuye al impío haciendo que el impío reciba el mismo mal que diseñó para otros. Cuán peligroso es concebir maldad. La mejor forma de no entrar a este ciclo vital es evitando la concepción. Esto es, al nivel del pensamiento. Todo pecado se inicia en el pensamiento. Allí es donde se debe evitar la concepción. Cada vez que Ud. piense en algo cuestionable o en algo dudoso o en algo contrario a lo que Dios ha dicho en su palabra, reconózcalo como el intento de concebir maldad y con el poder que ya tiene por ser hijo de Dios, expulse ese pensamiento de su mente. No lo de vueltas en su cabeza, no medite en ello, expúlselo de su mente. La mejor forma de expulsar un mal pensamiento es sustituyéndolo con un buen pensamiento. Haga la prueba. La próxima vez que Ud. piense en algo malo, inmediatamente repita algún texto bíblico conocido, o un pasaje bíblico conocido, o cante una alabanza al Señor, o eleve al Señor una oración, o hable a otro del amor de Dios en Cristo, y notará que aquel mal pensamiento desaparece de su mente. Funciona, porque yo lo compruebo constantemente. Si funciona conmigo, cuánto más con Ud. David termina su salmo con alabanza al Señor. Dice así: Alabaré a Jehová conforme a su justicia, y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo. Hermosa manera de terminar este precioso salmo.
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