jueves, 30 de abril de 2015

ESTUDIO SOBRE EL SALMO 13

Tratándose de impaciencia, ocurre lo mismo que en la casa del jabonero. El que no se cae se resbala. Todos padecemos de este mal en mayor o en menor grado. Considere mi caso a manera de ejemplo. Cuando voy a un banco a hacer una gestión personal, antes de ubicarme en alguna fila, primero hago un análisis de las filas para ver cuál fila se mueve más ágilmente, cuando elijo una y me pongo en la columna, sucede que la fila de al lado se mueve a toda velocidad, mientras la mía se detiene y eso me introduce en una angustiosa espera. Cansado de esperar, me cambio a la fila que se mueve ágilmente, pero ¡qué fastidio! ahora esta fila es la lenta y la fila donde estaba anteriormente se mueve rápido. No hay lugar a duda, soy impaciente. Es una área de mi vida donde todavía hay mucho por hacer. Quizá Ud. también es como yo o peor que yo o va camino a eso. Si es así, nos viene muy bien estudiar el salmo 13.

Encontramos una sobre escritura en la cual leemos: Al músico principal. Salmo de David. El músico que dirigía el coro de alabanza, debía tomar en cuenta que este salmo había sido escrito por David. ¿Qué implicaciones tenía esto? No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo caso, lo que sí podemos saber es que David también cojeaba del mismo pié que cojeamos algunos de nosotros, porque David también se muestra impaciente en este salmo. Después de todo, David también era un ser humano y parece que la impaciencia está muy ligada a todo ser humano.

Consideremos en primer lugar la impaciencia desplegada. La encontramos en los primeros dos versículos donde dice: "¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuando esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?" David estaba bajo la opresión del enemigo. David había entrado al horno de fuego ardiente y estaba sintiendo un calor agobiante. En esas circunstancias aflora la impaciencia de su corazón. Con cuatro ¿hasta cuándo? muestra que estaba desesperado por salir del horno de fuego ardiente. David se sentía como si Dios se hubiera olvidado de él y dice:

¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? David se sentía también como si Dios se hubiera escondido de él.

¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? David pensaba en que le podía pasar lo peor.

¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? David se sentía totalmente a merced del enemigo.

¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? ¡Increíble! ¿No le parece? Una cosa es tornarse impaciente con personas o situaciones, como en mi caso, sin que eso signifique justificar la impaciencia, pero otra muy diferente es tornarse impaciente con Dios, y eso es justamente lo que David está haciendo.

Pero no nos apresuremos amigo oyente a apuntar a David con el dedo índice, porque cada vez que apuntamos a alguien con el dedo índice, tenemos tres dedos que apuntan hacia nosotros.

Nosotros al igual que David, también nos impacientamos con Dios de vez en cuando. Una persona enferma puede decir a Dios ¿Hasta cuándo me vas a tener postrado en el lecho del dolor? Una persona sin trabajo puede decir a Dios ¿Hasta cuándo me vas a tener sin trabajo? Una esposa maltratada por su esposo puede decir a Dios: ¿Hasta cuándo vas a permitir que mi marido me trate tan mal? Quizá Ud. se identifique con algunos de estos reclamos a Dios. Todos somos culpables de ser impacientes con Dios. La impaciencia está ligada a nuestra naturaleza pecaminosa.

Después de haber considerado la impaciencia desplegada, consideremos la impaciencia desarmada. David estuvo impaciente, es la realidad. Pero David no vivió constantemente impaciente. David encontró la forma de desarmar la impaciencia. ¿Sabe cómo lo hizo? Leamos Salmo 13: 3 y 4 donde dice: "Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos para que no duerma de muerte; para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara." Bueno, aquí tenemos a David en un plano muy diferente. Ya no se muestra impaciente con Dios. Ahora se lo mira como un hombre que sabe que Dios está en control de todo lo que pasa en el mundo con cada ser humano sobre la faz de la tierra. Esto fue lo que desarmó su impaciencia. David se presenta como dialogando con Dios. Mira, le dice. Es como cuando una persona habla directamente al corazón de su amigo. David está razonando con Dios. Pide que Jehová escuche su clamor. Ruega a Jehová que responda a su pedido. Dice a Dios que no sería bueno que muera en manos de sus enemigos porque eso sería motivo de alegría para ellos y ciertamente el nombre de Dios sería despreciado. Esto, amigo oyente, es el mejor antídoto para la impaciencia. Los que somos impacientes tenemos la tendencia a mirar solamente el problema, la dificultad, el obstáculo, pero no vemos que existe un motivo para cada problema, una razón para cada dificultad un propósito para cada obstáculo y que Dios nos ha metido en esas situaciones porque él sabe que eso el lo mejor para nosotros para probar nuestra fe y moldear nuestro carácter.

Se cuenta que una pequeña planta vivía por años a la sombra de un fornido roble. La planta se acostumbró a la comodidad de pasar todo el tiempo al cuidado de esa sombra protectora. Un día vino un leñador y comenzó a derribar el roble. La pequeña planta se alarmó tanto. Qué será de mi, pensó. Hasta aquí llegó mi existencia porque ya no tendré más esa sombra que me proteja. El roble cayó al suelo y la planta esperó lo peor. Sobre la planta vino el sol, la lluvia y la nieve, pero oh sorpresa, en cuestión de meses, en lugar de morir, la planta estaba más lozana. Sus hojas estaban más verdes y pronto brotó de ella un hermosa flor. Ah, dijo la planta, ahora sé para qué fue cortado el roble protector que me protegía con su sombra, fue para que yo crezca y desarrolle y arroje flores que perfumen el bosque. Igual es con Ud. amigo oyente. Esas circunstancias difíciles no suceden al azar. No son lo que la gente sin conocimiento llama mala suerte. Tampoco son el castigo de Dios. Son cosas que Dios hace para que Ud. se fortalezca y crezca en fe, para que su vida también arroje hermosas flores para adornar este mundo sumido en la impiedad. No hay motivo para ser impaciente ni por las cosas que no salen como pensamos peor contra Dios quien hace que las cosas sucedan. No hay razón para reclamar a Dios. Él sabe lo que está haciendo y algún día veremos que su propósito fue siempre bueno.

Muy bien, después de haber considerado la impaciencia desplegada y la impaciencia desarmada, por último consideremos la impaciencia desechada. Salmo 13:5-6 dice: "Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová porque me ha hecho bien" Qué hermosas palabra amigo oyente. Ahora David está rebosando de alegría. Todavía no había escapado de los problemas, todavía se encontraba dentro del horno de fuego, pero solo era cuestión de tiempo para que vea su liberación. La liberación está garantizada por la persona de Jehová, quien por su misericordia está listo a responder al pedido de David. Aquí tenemos a David saboreando la liberación que estaba próxima. Por eso dice: Mi corazón se alegrará en tu salvación. Esto es gozo en medio de los problemas, amigo oyente. Esto es lo que Dios promete a los que le somos fieles. Es fácil tener gozo cuando todas las cosas están bien, pero cuando todo sale mal, es probable que el gozo desaparezca, pero no tiene por qué ser así, puesto que Dios es capaz de hacernos experimentar gozo en medio de los problemas. Lo hizo con David y lo puede hacerlo también con nosotros. Todo es cuestión de que confiemos nuestros problemas al Señor. Feliz de la vida, David dice: Cantaré a Jehová porque me ha hecho bien. Yo me imagino a David, tomando su arpa, buscando un lugar tranquilo y cantando a Jehová. El tema de su canción era: Jehová me ha hecho bien. ¿Cómo es esto? David estaba siendo perseguido por sus enemigos. Estaba desesperado, se puso impaciente contra Dios, todavía estaba en problemas, pero está cantando con gozo en su corazón que Jehová le ha hecho bien. ¿Sabe por qué? Porque David reconoció que sus problemas eran como los peldaños de una escalera que le conducían hacia la gloria. Eso era motivo más que suficiente para no impacientarse y para estar delirando de felicidad.

Ud. también amigo oyente, que está plagado de problemas, de dificultades, de sinsabores, no se desespere, no se impaciente. Reconozca que Dios está en control de todo lo que está pasando con Ud. y que esos problemas serán justamente lo que le conduzcan a la cúspide de una relación hermosa con Dios. Yo me he propuesto luchar así contra la impaciencia, y le garantizo que da resultado.

3 comentarios:

  1. Increible,muchas gracias, un pecado en muchos de nosotros,, es la impaciencia ya que esta nos puede llevar a no muy sabias deciciones, de las cuales, talves podamos arrepentirnos, gracias por el estudio, es de mucha ayuda para mi,,

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  2. Que bendición está reflexión. Dios bendiga tu llamado y ministerio

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  3. Dios bendiga estas palabras, cuanta sabiduría nos hace falta para poder estar al nivel que Dios quiere que confiemos en El y su palabra divina

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